LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO


Vista nocturna de la fachada y la torre de la iglesia parroquial de Quilpué.

Los orígenes
De acuerdo a la tradición local, que se apoya en algunos documentos de la época, fue en 1818, en los albores mismos de la Independencia nacional, cuando los habitantes del caserío de Queupué, que no sumaban más de 200, consideraron oportuno contar con una iglesia, a objeto de tener los servicios religiosos más cerca y no tener que ir a Casablanca, a Limache o a Viña del Mar, un viaje que era costoso no solamente en razones de tiempo, sino también de seguridad, sobre todo debido a los frecuentes asaltos a las diligencias y a los viajeros solitarios que se desplazaban por los escabrosos caminos de la época.
La solución al problema de no contar con una iglesia vino de parte de doña Petronila Valencia, como consta en el Título de Propiedad de la parroquia actual, y que dice, en parte: “En la Hacienda de Queupue, jurisdicción del Partido de Casablanca, a 22 días del mes de Octubre de 1818, ante mí, el Juez Celador i testigo, compareció doña Petronila Balencia, a quien doi fe que conozco, vecina de este Distrito i legítima heredera de estas tierras i dijo: que hallándose dicho lugar sin un Templo donde los fieles tributen al Dios de los ejércitos, su Stma. Madre i demás Santos de la Corte celestial el debido homenaje i cumplan igualmente con los preceptos impuestos, acorde con la piedad cristiana de Don José Antonio Balencia, al redificar el que antes había desde sus cimientos…”
De esta cita se desprende claramente que para esa época, 1818, Quilpué pertenecía al Corregimiento o Partido de Casablanca y que en esos entonces el caserío se hallaba sin iglesia, la que aparentemente se hallaba arruinada por alguna calamidad natural o por el paso del tiempo, puesto que la escritura habla de “redificar el que antes había desde sus cimientos”. Para esos entonces, además, la Hacienda de Queupue era distrito del Partido de Casablanca, y Queupué misma debió haber nacido a partir de las casas originales de dicha hacienda, sin que pueda establecerse el tiempo en que ello ocurrió, ni tampoco la data de la primera iglesia del caserío, la que, sin duda, era apenas un oratorio, como se llamaba en esos entonces a las iglesias que no eran parroquias y que recibían la visita de un cura de vez en cuando, generalmente de acuerdo a un calendario previamente establecido y que incluía a todas las dependencias del parroquia o de la doctrina.
Es indudable que Queupue formó parte originalmente de una doctrina (una especie de parroquia que se establecía sobre un territorio con escasa población española y donde la tarea principal consistía en adoctrinar a los indios, a los negros y a otras gentes que no eran consideradas “españoles” y de quienes se temía por su alma). Obviamente, también, en sus orígenes, el entero valle dependía espiritualmente de Santiago, de la parroquia del Sagrario, y desde allí debían destinarse y enviarse los curas que atendían a las necesidades espirituales de los españoles, de los indios y de los negros que estaban establecidos en San José de Marga-Marga y en todo el distrito minero.
Tampoco puede negarse que el oratorio original que debió existir en Queupue o Queupoa desde tiempos inmemorales debió ser apenas una construcción de paredes de quincha de palos, chilcas y barro, con algún enlucido y techo pajizo, como debieron ser la mayoría de las construcciones del valle y del país en esos momentos.

La primera Capilla con aires de iglesia
Los materiales naturales que debieron usarse en el antiguo oratorio, obviamente no tenían una gran duración, el deterioro era rápido, a pesar de que resistían bien los embates de las fuerzas de la naturaleza, como los temporales y los terremotos.
Pero si pasó mucho tiempo sin que se realizaran mantenciones y si a ellos se añaden las vicisitudes relacionadas con el movimiento independentista, que dio mayor énfasis a los asuntos relacionados con el sustento de la guerra contra España y luego los sucesos que siguieron a la Reconquista y la subsecuente invasión del Ejército Libertador de los Andes, que concluyó con la dominación española en el país, obviamente que no habría mayor tiempo para ocuparse de la mantención de una Capilla que tendría poco uso real y efectivo en esos años.


Así debió parecer la primera Capilla que se levantó en terrenos donados por doña Petronila Valencia en 1818.

Por lo demás, las diversas y contrapuestas respuestas de la población campesina y de los dueños de la Hacienda y de los otros terrenos del valle, obviamente tendrían mucha influencia en que se hiciera o no mantención al oratorio de Queupue.
Una vez ejecutada la donación, se inició la construcción de una iglesia para el uso y beneficio espiritual de la gente del caserío, la que, por cosas de la administración eclesiástica, fue segregada de la parroquia de Casablanca y adscrita a la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores de Viña del Mar, también, en su momento, segregada del territorio eclesiástico de Casablanca.
La Escritura de la propiedad, en tanto, fue inscrita en el Conservador de Bienes Raíces de Limache, en el Registro de Propiedades, en la página 28, con el número 66, con fecha 23 de septiembre de 1878, porque para ese entonces la mitad septentrional del valle había sido segregada de la jurisdicción de Casablanca y agregado al territorio de nuevo Departamento y Municipio de Limache.
Sin embargo, en 1886 se produjo un fuerte enfrentamiento entre la autoridad civil de Limache y la Iglesia por la propiedad, debido a que algunos consideraban que los terrenos aledaños a la capilla eran públicos.
En este litigio, el cura párroco de Viña del Mar presentó al Juzgado de Letras de Quillota, que era el que tenía la jurisdicción sobre el asunto, una demanda en contra de la Municipalidad de Limache, “a fin de que se declarara que ésta [la municipalidad] no tenía derecho a impedir el cierro de una cuadra de tierras en que se halla la Capilla del pueblo de Quilpué, subdelegación de este Departamento, cuya cuadra de tierras fue donada para ese efecto [para construir la Capilla] por Doña Petronila Balencia, según escrito que se acompaña, otorgado el año 1818, y que al querer cerrar dicha cuadra, algunos vecinos, primero, y después la Municipalidad, se opusieron, pretendiendo que era plaza o que debía dejarse un camino atravieso por el terreno citado.”
Para sostener su posición, el cura párroco de Viña del Mar cita el artículo 119, título 18, de la Partida Tercera, y los artículos 844, 1698 y 1499 del Código Civil, declarando que la Municipalidad de Limache no puede impedir al demandante el cierro de la cuadra que pertenece a la Capilla de Quilpué, no siendo plaza pública, ni estando constituida sobre ella la servidumbre del camino.
Obviamente, el tribunal expidió un veredicto favorable a la Capilla.

Un poco de historia
Indudablemente, la historia de la iglesia parroquial, de la parroquia y de la propia ciudad corren juntas, muy parejas y no pocas veces entramadas.
Entre los hechos importantes que han ocurrido en la Capilla están las exequias de Carlos Condell, héroe del combate de Punta Gruesa, quien con la Covadonga fue capaz de vencer al acorazado peruano Independencia, un poco al sur de Iquique. Carlos Condell vivió en una casa ubicada cerca de la estación ferroviaria, en la actual calle Condell Norte. Allí murió el 24 de octubre de 1887. A su fallecimiento hubo solemnes ceremonias religiosas, con la asistencia de familiares y representantes de la Armada nacional. Enseguida, el cadáver fue trasladado en su urna a la estación, desde donde un tren especial lo llevó a Valparaíso, donde fue sepultado.
El auge que había demostrado la vieja aldea de Queupue, que ya se había transformado en un pueblo, obligó a las autoridades eclesiásticas a acceder a las continuas peticiones de los vecinos. Y, se dictó un decreto de erección de la Parroquia: “Mons. Mariano Casanova, por la gracia de Dios, la Santa Sede Apostólica, Arzobispo de Santiago, etc. Por cuanto los feligreses del pueblo de Quilpué […] vienen solicitando la fundación de una parroquia en razón de la importancia que este lugar ha adquirido y para ello han contribuido a la fábrica de una Capilla, casa Parroquial y desde tiempo muy remoto un cementerio bendito, habiendo donado por testamento a favor de la capilla titulada del Rosario la Señora Doña Petronila Balencia una cuadra de terreno en el centro del pueblo, erijimos una nueva Parroquia bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, cuya fiesta deberá celebrarse anualmente con todo esplendor, como titular.”
La revolución de 1891, que derrocó al presidente constitucional José M. Balmaceda, fue sancionada definitivamente en Quilpué, después de la batalla de Concón. Desde la estación de Quilpué se retiraron a Santiago el Presidente de la República y los restos del ejército constitucional que fueron barridos por las tropas de la sedición.
Sin duda, el fervor religioso de los quilpueínos de esos entonces era admirable. Al menos eso fue lo que pareció de dos grandes manifestaciones que se brindaron al delegado papal, a su paso por la estación ferroviaria de Quilpué. En reconocimiento, el Arzobispo de Santiago envía una carta de reconocimiento al cura y vicario de Quilpué felicitándolo por su celo “i del buen espíritu que están animados sus feligreses i no pueden menos que dejar honda y gratísima impresión en todos los que presencian” …
Para entonces, ya Quilpué se había despojado, civilmente hablando, de sus pañales y ahora era una comuna del Departamento de Limache, cuya capital era la nueva ciudad de Quilpué, comuna que se extendía por territorios actualmente divididos entre las comunas de Quilpué y Villa Alemana, excepción hecha de los territorios de Marga-Marga y Colliguay, que pertenecían a los Departamentos de Casablanca y Melipilla, respectivamente.


Durante la primera mitad del siglo XX, al mirar la ciudad desde el Alto, desde el final de la actual avenida Blanco, abajo, se veía la iglesia parroquial, que una vez tuvo dos torres.

El 15 de agosto de 1906, según informaba el periódico local “La Gaceta”, llegaban los vitrales para las ventanas de la iglesia parroquial, donación de doña Ana Luisa Bello de Edwards, madre del escritor Joaquín Edwards Bello, premio nacional de literatura. Y el 16 de agosto de 1906, el pueblo y la iglesia parroquial fueron destruidos por el terremoto más fuerte que se ha sentido en la zona desde los tiempos de la Independencia. Hubo decenas de muertos y heridos. El daño fue enorme. En ese tiempo, era cura párroco de Quilpué Carlos Ureta, quien se vio obligado a ejercer sus actividades eclesiásticas en habitaciones colindantes, y donde posteriormente existieron varios negocios, con frente a la actual avenida Diego Portales, que corresponde al antiguo Camino Real, después llamado Camino Troncal.
La construcción de la nueva iglesia parroquial tomó cerca de diez años, siendo inaugurada el 12 de noviembre de 1916 por monseñor Eduardo Gimpert, gobernador eclesiástico de Valparaíso, lo que fue todo un acontecimiento. El obispo llegó en el tren de las nueve de la mañana, siendo recibido por la Banda Infantil de Quilpué y por la Banda Parroquial de Los Andes. Entre las numerosas personalidades que esperaban al prelado estaban el diputado Rafael Luis Gumucio, el subdelegado Benigno Polanco, el primer alcalde Martín Contreras, el juez de la Subdelegación, Alberto Valencia González, además de varios sacerdotes de la zona y gran cantidad de vecinos de la ciudad.
A su paso, el obispo se encontró con arcos de triunfo y caminos de flores en el trayecto desde la estación a la parroquia. Se ofició una misa solemne, con acompañamiento de orquesta, y un magistral sermón fue predicado por el jesuita Bonino.
A fines de 1923, en una reunión entre el cura párroco, Ernesto Riquelme, y don Raimundo del Real, se llegó a la conclusión de que la iglesia parroquial debía tener un reloj en su torre, “para el bien de toda la comunidad”. A consecuencias de este acuerdo, se logró una reunión de vecinos en el Teatro de Quilpué, donde se eligió un directorio encargado de dirigir las actividades para recaudar los fondos necesarios. En esos momentos, se encontraba en Italia don Eugenio Costa, a quien se le escribió para que viera allá lo más conveniente para la ciudad. Finalmente, se escogió una fábrica de la ciudad de Recco, y el costo del reloj fue de siete mil setecientos setenta pesos comn noventa centavos ($ 7.770,90). El Gobierno de la época lo liberó de los derechos de aduana. Y los siete grandes bultos en que venían las piezas del reloj finalmente llegaron a Quilpué.
En 1944, la iglesia parroquial se hacía estrecha para atender apropiadamente a las necesidades de la población de Quilpué. El presbítero Guillermo Merino Lemus, por esos entonces cura párroco, recibió, el 18 de diciembre de 1944, la autorización del obispado para reconstruir la iglesia, que ya se encontraba bastante deteriorada, además, por el paso del tiempo. Existiendo una iglesia, el cura párroco fue capaz de convencer a los feligreses de construir otra, la actual.
A pesar de la demolición de la iglesia anterior, el culto nunca se suspendió.
Hubo colectas, donaciones, colaboraciones, bonos, … una serie de actividades que son recuerdo imborrable para los fieles católicos que participaron en la reconstrucción de la iglesia parroquial.



Así lucía la iglesia parroquial hacia mediados del siglo XX, vista desde la avenida Portales.


Otra vista de la iglesia parroquial en la primera mitad del siglo XX.

Y el 20 de diciembre de 1947 se inaugura la primera parte de la nueva iglesia parroquial: dos arcos, el presbiterio y la sacristía.
En 1954, monseñor Lira bendice la nueva iglesia parroquial, coronándose los trabajos el año 1960 con la entrega de la esbelta y alta torre característica, y la instalación definitiva del reloj. Fue la adhesión de la parroquia a los festejos del Sesquicentenario de la Independencia Nacional.
Pero aún faltaban los estucos…
La feligresía se alegró con la primera misa del padre Jorge Sapunar.

Los terremotos
Chile es un país sísmico. El de 1906 fue devastador, como ya se ha dicho anteriormente. Los daños fueron totales, y hubo que reconstruir la iglesia.
Pero, nuevamente, el 28 de marzo de 1965 un terremoto sacude a la zona, causando muerte, desolación y muchísimos daños en la comuna y en la ciudad de Quilpué. Sin embargo, la iglesia parroquial no sufrió mayores daños en su estructura.
De nuevo, en julio de 1971, un gran terremoto sacude a la zona. Esta vez, la iglesia parroquial sufre serios daños, quedando fuera de servicio. Con diez mil marcos provenientes de Adveniat, conseguidos en Alemania por monseñor Carlos Zita Zimmer, cura párroco por entonces, pudo repararse la estructura, pero las terminaciones quedaron para más adelante.
Recién en 1978 pudo iniciarse el estucado y las terminaciones de la fachada de la iglesia parroquial. Enseguida se colocaron los ventanales y las puertas metálicas y se cambia todo el zinc del techo. Las obras concluyen en tiempos del presbítero Hugo Corrales Ibarra, vicario sustituto, con una inversión superior al millón de pesos de la época. Los trabajos fueron dirigidos por don Lorenzo Pozo.
En 1984, en tanto, se bendice la nueva Capilla de San Esteban, en el sector poniente de la ciudad.
Llegó también, una comunidad religiosa desde Londrina, Brasil, a hacerse cargo de la catequesis y la atención pastoral: eran las misioneras claretianas, cuyo hábito blanco comenzó a hacerse familiar en la ciudad y en la comuna.
Por este mismo tiempo, se inaugura el Policlínico Parroquial.
A las 19:45 horas del domingo de Ramos de 1985, terminada la misa de la tarde y cuando solamente quedaban cuatro feligreses en la iglesia, y los acólitos y el celebrante y lectores en la sacristía, sobrevino un nuevo terremoto.
Nuevamente, muerte y destrucción fueron esparcidas por toda la zona. El terremoto de 1985 produjo no solamente muertos y heridos, sino graves daños a la propiedad pública y privada.


La iglesia parroquial es uno de los tesoros arquitectónicos de la ciudad de Quilpué.

Esta vez, la iglesia parroquial estuvo en reparaciones de estucos, vidrios y pinturas durante dos meses. El Colegio de las Religiosas Pasionistas, ubicado en la avenida Feire (el antiguo Camino Real, después llamado Camino Troncal), acogió a la parroquia en su gimnasio, y los servicios de Semana Santa debieron ser realizados allí mismo. Justo a los dos meses la iglesia parroquial estuvo en condiciones de volver a ser ocupada.
La madrugada del 27 de febrero de 2010, pasadas las 3 y media, un nuevo terremoto afectó a buena parte de la Zona Central y Zona Sur del país, con su secuela de muerte y destrucción. Y aunque la ciudad y la comuna soportaron bastante bien el seísmo, la iglesia parroquial nuevamente se vio afectada, debiendo trasladarse la celebración de los servicios religiosos al gimnasio del Colegio Pasionistas, en la avenida Freire, en tanto puedan concluir las reparaciones de la iglesia, cuya torre y fachada presentan grietas en su enlucido, aunque aparentemente sin daño estructural que lamentar.


La iglesia parroquial de Quilpué, con su esbelta torre es una característica arquitectónica de la ciudad y de la comuna de Quilpué.

Independientemente de la fe de cada uno, sin duda que la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario, es una construcción que caracteriza a la ciudad y a la comuna incluso. La esbelta y alta torre fue por siempre una señal y una característica de la ciudad. Desafortunadamente, la construcción del Mall Plaza del Sol, en terrenos donde antaño estuvieron ubicados el Teatro Carrera y el Banco del Estado vino a dejar en una especie de semisombra la torre de la iglesia. La falta de visión de las autoridades locales, una vez más, han complotado en contra de la ciudad y de la comuna. Hoy por hoy, la iglesia parroquial es el único edificio, junto con la Casa Consistorial y el Teatro Velarde, que puede considerarse patrimonial y que, además, representa a la ciudad.

Comentarios

unomastv dijo…
Felicitaciones, me siento orgulloso de mi familia y hermosa ciudad de quilpué.

Saludos

Ariel Arancibia De Valencia
Anónimo dijo…
Hola,existe alguan entidad o agrupacion civil preocupada de salvar el poco patrimonio de la ciudad? o dejaremos que el progreso se lleve todo por delante y solo queden las fotos?
muchas gracias por lo documentado del blog.
Jorge Morales V.
Buenos días...
está muy interesante y bien descrita la historia de nuestra Parroquia, sin embargo quiero aportar un detalle -constructivo- respecto del terremoto de 1985... Usted argumenta que, terminada la misa de la tarde y cuando solamente quedaban cuatro feligreses en la iglesia, y los acólitos y el celebrante y lectores en la sacristía, sobrevino un nuevo terremoto.
Pues bien, yo era uno de los lectores y debo precisar que al menos había unas cincuenta personas en el lugar. Estuve bajo el dintél de la puerta de la sacristía con mi -ahora- esposa y el P. Jaime viendo como el sismo jugaba y movía las paredes del templo como si fueran papel.
Puede que no tenga importancia relativa, pero al menos corrige un detalle en cifras, mas cercano a lo que pasó.
slds
L. Paredes R.

Brus dijo…
Don Luis, entonces tenemos que corregir la cifra de personas presentes en la iglesia parroquial durante el terremoto de 1985- Muchas gracias por su aporte. Un saludo cordial,
Brus

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