El Camino del Inka en el Corazón del Despoblado de Atacama. Topografía y Paisaje
El llamado Camino del Inka en la zona del Despoblado de Atacama se caracteriza por atravesar, longitudinalmente, la región más árida del desierto de Atacama. Sin embargo, es posible establecer o distinguir en él, desde un punto de vista geográfico o ecológico, al menos dos grandes tramos que presentan características muy diferentes.
En lo que se podría denominar un primer gran tramo, y que corresponde a un extenso trayecto de aproximadamente unos 230 kilómetros, que va desde la localidad de Peine, en el extremo meridional del Salar de Atacama, hasta el Portezuelo de Vaquillas, al sur, y en la ruta que lleva a Copiapó, la cota promedio de altura es de unos 3.000 metros sobre el nivel del mar, abarcando incluso varios kilómetros con altitudes superiores a los 4.000 metros. No obstante que este tramo se inscribe dentro de lo que puede considerarse como la región más árida del Despoblado, su ruta ascendente, que va articulando una secuencia de pequeños tampu, esto es, tambos o tambillos, está trazada en la franja de transición entre la precordillera y la Puna, lo que permite la captación de recursos de agua, pastos y fauna silvestre. (El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9.).
El Camino del Inka entre el salar de Atacama y el volcán Llullaillaco. Se trata de una zona muy árida, hasta trasponer el portezuelo de Vaquillas. Toda esta área, entre Tilomonte y Vaquillas, corresponde al predominio exclusivo de las características de Despoblado de Atacama, donde no existe siquiera vestigios de alguna ocupación humana permanente. La escasez de agua es casi total, salvo en las pocas aguadas que se encuentran en algunos puntos del camino. Se trata de la parte más árida y extrema de la Puna de Atacama. El Despoblado de Atacama se caracteriza precisamente por eso, por estar absolutamente despoblado en tiempos antiguos, como hasta hoy, salvo las ocasionales o insignificantes ocupaciones humanas que ha habido en esta área debido a cuestiones geopolíticas y de dominación (como los tambos del Camino del Inka) y los establecimientos mineros que han aparecido y desaparecido aquí. Jamás ha existido siquiera el amago de una ocupación permanente debido a las condiciones extremas. Con el tiempo, esta designación de Despoblado de Atacama se hizo extensiva también a las desérticas áreas ubicadas hacia el poniente de la cordillera de Domeyko, y entre la quebrada del río Loa, el valle de Copiapó y el Pacífico, zona a la que generalmente se designa como Desierto de Atacama en la actualidad.
Desde el tampu de Peine, en el borde oriental del Salar de Atacama, el camino se dirige a los oasis de Tilomonte y Tilopozo. Enseguida, atraviesa la sierra de Tambillo y continúa por una meseta flanqueada al poniente por la Cordillera de Domeyko, en esta latitud este cordón montañoso se extiende en forma paralela a la cordillera de los Andes, pero más al sur comienza a cerrarse hacia el levante, alcanzando o encontrándose con el macizo andino principal aproximadamente a la altura del portezuelo de Vaquillas. En todo el tramo previo a Vaquillas, el camino está enmarcado al poniente por la cordillera de Domeyko y al oriente por el pie de monte de los grandes volcanes de la cordillera de los Andes. Luego de la sierra de Tambillo se divisan hacia el sur los macizos del Pular, el Socompa y, más al sur, el gran Llullaillaco.
El camino sigue remontando portezuelos y oscilando en altitudes promedio de 3.000 metros, hasta alcanzar la gran cuenca del salar de Punta Negra, ubicada a unos 3.400 metros sobre el nivel del mar. El rasgo dominante en el paisaje es ahora el volcán Llullaillaco, acompañado por otros conos volcánicos algo menores. Por el occidente, la cadena cordillerana de Domeyko bordea todavía la cuenca. Se está ya en pleno Despoblado de Atacama. (El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9, página 104.).
Es posible que la aguada de la quebrada de Llullaillaco, que se origina a los pies del volcán, corriendo en un sentido este-oeste, haya dado origen al mito del Río Mentiroso. No obstante, hasta nuestros actuales conocimientos, el Camino del Inka habría pasado más abajo, alcanzando esa quebrada a una altitud en la que ya se encuentra desprovista de agua. (Véase, El Camino del Inca, P. Núñez, revista Creces 10 (2), Santiago, 1981, página 26.). sin embargo, existe otra aguada mencionada en la documentación colonial tardía bajo el nombre de Río Frío y descrita por los expedicionarios de los siglos XIX y XX como una de las más importantes de esta zona del Despoblado. Por allí, efectivamente, pasaba el Camino del Inka y después pasó la posterior ruta colonial, el Camino Real, constituyendo un hito indispensable para el abastecimiento de agua y pasto. (Viage al Desierto de Atacama, hecho de orden del Gobierno de Chile en el verano de 1853-54, Doctor Rodulfo Amando Philippi, publicado bajo los auspicios del Gobierno de Chile, Librería de Eduardo Anton, Halle en Sajonia, 1860; El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9.). Es curioso que a Río Frío como se lo conoce al menos desde el siglo XVIII, no sea mencionado en las crónicas de los siglos XVI y XVII, sobre todo considerando que las restantes aguadas principales sí lo son. (La Organización del Espacio como Estrategia de Poder. El Tawantinsuyu en la Región del Despoblado de Atacama, C. Sanhueza, tesis para optar al grado de Magíster en Historia, mención Etnohistoria, Facultad de Filosofía y humanidades, Universidad de Chile, 2004.). Por ello, y por las razones que se exponen a continuación, aquí se opina, postula y propone que este río debió corresponder, efectivamente, al mitificado Anchallullac.
Ubicada a una altura de 3.650 metros sobre el nivel del mar, la quebrada de Río Frío alberga un estero de aguas permanentes que constituye el más importante de la cordillera de Domeyko. En sus cercanías se encuentra un sitio o tampu inkaico, aunque es probable que se trate de una construcción de origen anterior a la dominación inkásica, de proporciones mayores a las de los otros registrados en el trayecto, por lo que el lugar debió ser bastante importante para la administración kichwa. (Nuevas Evidencias Inkas entre Kollahuasi y Río Frío (I y II Regiones de Chile), T. Lynch y L. Núñez, en Estudios Atacameños, 11, San Pedro de Atacama, 1994.). El pequeño estero de Río Frío, cuyas aguas son de especial buena calidad, suele congelarse durante la noche, puesto que allí se registran temperaturas particularmente bajas.
La cartografía anterior muestra la ubicación del Llullaillaco, hito en la frontera actual entre Argentina y Chile, y el portezuelo Sur, en uso desde tiempos preinklaicos, con toda seguridad.
Parafraseando a Lynch y Núñez (Nuevas Evidencias Inkas entre Kollahuasi y Río Frío (I y II Regiones de Chile), T. Lynch y L. Núñez, en Estudios Atacameños, 11, San Pedro de Atacama, 1994, página 158), y como se puede percibir en terreno, desde los bordes de su profunda quebrada se aprecia, hacia el nororiente, el volcán Llullaillaco, que adquiere, especialmente en los atardeceres, una imponente presencia en el paisaje.
Río Frío presenta, además otras singularidades. A diferencia de las anteriores aguadas por las que pasa el Camino del Inka, ésta no nace de la cordillera de los Andes, sino de la de Domeyko, ubicado al poniente. Río Frío no corre de este a oeste, como la mayoría de los cursos de agua de la cuenca, sino que describe una diagonal en sentido suroeste-noreste, en un trayecto encajonado que abarca unos 12 kilómetros de longitud, para luego sumergirse bajo la tierra. Este río parece correr en un sentido inverso al curso del sol, pero también en un sentido inverso a otras importantes entidades celestes a las que se hará referencia más adelante. Hacia el sur, por otra parte, Río Frío alimenta esporádicamente pequeñas quebradas de la gran meseta contigua de Vaquillas. (El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9, página 112.).
Inmediatamente después de Río Frío, el Camino del Inka continúa por una amplia meseta desde la cual puede divisarse, al fondo, la sierra de Vaquillas, perteneciente a la cordillera de Domeyko, que orientándose hacia el levante, está alcanzando la cadena de los Andes. La extensa planicie inclinada que se inicia en este segmento del Camino del Inka, denominada Llano Alto de Vaquillas, va ascendiendo hasta el portezuelo del mismo nombre. Se trata de un espacio o un escenario que ofrece una extraordinaria visibilidad en todas direcciones. El Llullaillaco al noreste, circundado por otras grandes montañas, la serranía de Vaquillas al sur y el portezuelo, al que se accede por una pendiente muy suave, que se aprecia como un amplio umbral señalado en sus extremos por pequeñas y arenosas colinas. A través de esta gran planicie, el Camino del Inka dibuja un recto trazado que alcanza su mayor altura en el portezuelo, ubicado a unos 4.100 metros de altitud sobre el nivel del mar, para volver a descender, luego de atravesar el abra, por la falda sudoccidental de Domeyko hacia la quebrada de Vaquillas, tributaria de ese cordón montañoso. Desde el abra o portezuelo de Vaquillas, la percepción visual es todavía más amplia.
“Desde él se ofrece una magnífica vista tanto hacia el sur como hacia el norte. Por el sur se divisa la silueta casi esfumada del cerro El Indio, cerca de El Salvador; al este el cono del cerro Azufre y por el norte, hasta las cumbres más altas de los volcanes de la Puna de Atacama. Por supuesto que el Llullaillaco domina (con sus 6.780 m) toda la cordillera andina.” (El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9, páginas 110, 111.).
Espléndida fotografía que muestra el observatorio astronómico del cerro Paranal, en el Desierto de Atacama, al sureste de la actual ciudad de Antofagasta. Al fondo, y a unos 190 kilómetros de distancia, aparece la cumbre nevada del cerro Llullaillaco.
El tramo ascendente que abarca esta amplia meseta entre Río Frío y el portezuelo de Vaquillas se extiende aproximadamente por unos 20 kilómetros, y es el que registra las alturas promedio más elevadas de la ruta desde Peine, como también las condiciones más duras para la travesía. Se trata de una superficie llana pero pedregosa, escindida por pequeños y poco profundas quebradas tributarias eventuales de Río Frío y que ofrecen recursos forrajeros a una apreciable cantidad de fauna silvestre. En general, la meseta supera los 4.000 metros de altura y está muy expuesta a los fuertes y fríos vientos que soplan durante el día, y a las gélidas temperaturas de la noche. No obstante, es uno de los tramos con mayor densidad de restos arqueológicos de todo el trayecto. En esta altiplanicie se encuentra una notable cantidad y variedad de pequeñas estructuras de distintos formatos, orígenes y funcionalidades, tales como refugios, paravientos u otros, asociados probablemente a actividades de caza, pastoreo y tráfico caravanero. (El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9, páginas 111, 112.). Es aquí, y a escasos kilómetros del acceso al portezuelo de Vaquillas, donde la documentación colonial y el registro arqueológico señalan la presencia de cuatro pequeñas columnas o tupus dispuestos en forma perpendicular al camino inkaico, y que se describirán más adelante.
Una vez en el portezuelo, se inaugura hacia el sur un espacio y un paisaje notablemente diferente. La cordillera de Domeyko, a la que pertenece el portezuelo, continúa cerrándose hacia el levante hasta unirse, o más bien anteponerse en un sentido norte-sur a la cordillera de los Andes, iniciando un sistema de quebradas y hoyas hidrográficas que riegan con sus aguas intermitentes las faldas cordilleranas en un sentido este-oeste, llegando a favorecer incluso sectores del desierto central. (Desierto y Cordilleras de Atacama, F. San Román, Imprenta Nacional, Santiago, 1902.). Se inicia, entonces, un segundo gran tramo del camino inkaico, que abarca desde el portezuelo de Vaquillas hasta el valle de Copiapó, aproximadamente unos 275 kilómetros de longitud. Ahora, el Camino del Inka describe, en términos generales, una línea descendente que va orientándose hacia el poniente y que va deslindado, esta vez, el desierto de altura (precordillera y puna) del desierto propiamente tal (esto es, lo que más al sur se llama Depresión Intermedia), marcando un notable descenso en la cota promedio hasta alcanzar el amplio y refrescante valle de Copiapó. Por sus condiciones ecológicas, este segundo tramo ofrece una cantidad muy superior de alternativas de acceso a recursos hídricos y pastos. (Viaje al Desierto de Atacama Hecho de Orden del Gobierno de Chile en el Verano de 1853-54, Rodulfo Amando Philippi, Librería de Eduardo Anton, Halle en Sajonia, Alemania, 1860; Desierto y Cordilleras de Atacama, F. San Román, Imprenta Nacional, Santiago, 1902.).
Luego del portezuelo de Vaquillas, el camino continúa por el pie o falda occidental de la cordillera de Domeyko, dirigiéndose hacia el sur hasta la gran quebrada de El Chaco, la que atraviesa a una altura aproximada de 2.760 metros sobre el nivel del mar. Sigue posteriormente en descenso, uniendo las quebradas de Juncal, El Carrizo y Doña Inés, entre otras, a través de un trazado vial particularmente recto. Los siguientes hitos del Camino del Inka de este tramo corresponden principalmente al Río de la Sal y la Finca de Chañaral, desde donde se dirige hacia el gran valle de Copiapó. (El Camino del Inca en un Sector del Norte Chico, J. Iribarren y H. Bergholz, en Actas del VI Congreso de Arqueología Chilena. Hans Niemeyer, editor, Santiago, 1972, páginas 229-266.).
En lo que se podría denominar un primer gran tramo, y que corresponde a un extenso trayecto de aproximadamente unos 230 kilómetros, que va desde la localidad de Peine, en el extremo meridional del Salar de Atacama, hasta el Portezuelo de Vaquillas, al sur, y en la ruta que lleva a Copiapó, la cota promedio de altura es de unos 3.000 metros sobre el nivel del mar, abarcando incluso varios kilómetros con altitudes superiores a los 4.000 metros. No obstante que este tramo se inscribe dentro de lo que puede considerarse como la región más árida del Despoblado, su ruta ascendente, que va articulando una secuencia de pequeños tampu, esto es, tambos o tambillos, está trazada en la franja de transición entre la precordillera y la Puna, lo que permite la captación de recursos de agua, pastos y fauna silvestre. (El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9.).
El Camino del Inka entre el salar de Atacama y el volcán Llullaillaco. Se trata de una zona muy árida, hasta trasponer el portezuelo de Vaquillas. Toda esta área, entre Tilomonte y Vaquillas, corresponde al predominio exclusivo de las características de Despoblado de Atacama, donde no existe siquiera vestigios de alguna ocupación humana permanente. La escasez de agua es casi total, salvo en las pocas aguadas que se encuentran en algunos puntos del camino. Se trata de la parte más árida y extrema de la Puna de Atacama. El Despoblado de Atacama se caracteriza precisamente por eso, por estar absolutamente despoblado en tiempos antiguos, como hasta hoy, salvo las ocasionales o insignificantes ocupaciones humanas que ha habido en esta área debido a cuestiones geopolíticas y de dominación (como los tambos del Camino del Inka) y los establecimientos mineros que han aparecido y desaparecido aquí. Jamás ha existido siquiera el amago de una ocupación permanente debido a las condiciones extremas. Con el tiempo, esta designación de Despoblado de Atacama se hizo extensiva también a las desérticas áreas ubicadas hacia el poniente de la cordillera de Domeyko, y entre la quebrada del río Loa, el valle de Copiapó y el Pacífico, zona a la que generalmente se designa como Desierto de Atacama en la actualidad.
Desde el tampu de Peine, en el borde oriental del Salar de Atacama, el camino se dirige a los oasis de Tilomonte y Tilopozo. Enseguida, atraviesa la sierra de Tambillo y continúa por una meseta flanqueada al poniente por la Cordillera de Domeyko, en esta latitud este cordón montañoso se extiende en forma paralela a la cordillera de los Andes, pero más al sur comienza a cerrarse hacia el levante, alcanzando o encontrándose con el macizo andino principal aproximadamente a la altura del portezuelo de Vaquillas. En todo el tramo previo a Vaquillas, el camino está enmarcado al poniente por la cordillera de Domeyko y al oriente por el pie de monte de los grandes volcanes de la cordillera de los Andes. Luego de la sierra de Tambillo se divisan hacia el sur los macizos del Pular, el Socompa y, más al sur, el gran Llullaillaco.
El camino sigue remontando portezuelos y oscilando en altitudes promedio de 3.000 metros, hasta alcanzar la gran cuenca del salar de Punta Negra, ubicada a unos 3.400 metros sobre el nivel del mar. El rasgo dominante en el paisaje es ahora el volcán Llullaillaco, acompañado por otros conos volcánicos algo menores. Por el occidente, la cadena cordillerana de Domeyko bordea todavía la cuenca. Se está ya en pleno Despoblado de Atacama. (El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9, página 104.).
Es posible que la aguada de la quebrada de Llullaillaco, que se origina a los pies del volcán, corriendo en un sentido este-oeste, haya dado origen al mito del Río Mentiroso. No obstante, hasta nuestros actuales conocimientos, el Camino del Inka habría pasado más abajo, alcanzando esa quebrada a una altitud en la que ya se encuentra desprovista de agua. (Véase, El Camino del Inca, P. Núñez, revista Creces 10 (2), Santiago, 1981, página 26.). sin embargo, existe otra aguada mencionada en la documentación colonial tardía bajo el nombre de Río Frío y descrita por los expedicionarios de los siglos XIX y XX como una de las más importantes de esta zona del Despoblado. Por allí, efectivamente, pasaba el Camino del Inka y después pasó la posterior ruta colonial, el Camino Real, constituyendo un hito indispensable para el abastecimiento de agua y pasto. (Viage al Desierto de Atacama, hecho de orden del Gobierno de Chile en el verano de 1853-54, Doctor Rodulfo Amando Philippi, publicado bajo los auspicios del Gobierno de Chile, Librería de Eduardo Anton, Halle en Sajonia, 1860; El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9.). Es curioso que a Río Frío como se lo conoce al menos desde el siglo XVIII, no sea mencionado en las crónicas de los siglos XVI y XVII, sobre todo considerando que las restantes aguadas principales sí lo son. (La Organización del Espacio como Estrategia de Poder. El Tawantinsuyu en la Región del Despoblado de Atacama, C. Sanhueza, tesis para optar al grado de Magíster en Historia, mención Etnohistoria, Facultad de Filosofía y humanidades, Universidad de Chile, 2004.). Por ello, y por las razones que se exponen a continuación, aquí se opina, postula y propone que este río debió corresponder, efectivamente, al mitificado Anchallullac.
Ubicada a una altura de 3.650 metros sobre el nivel del mar, la quebrada de Río Frío alberga un estero de aguas permanentes que constituye el más importante de la cordillera de Domeyko. En sus cercanías se encuentra un sitio o tampu inkaico, aunque es probable que se trate de una construcción de origen anterior a la dominación inkásica, de proporciones mayores a las de los otros registrados en el trayecto, por lo que el lugar debió ser bastante importante para la administración kichwa. (Nuevas Evidencias Inkas entre Kollahuasi y Río Frío (I y II Regiones de Chile), T. Lynch y L. Núñez, en Estudios Atacameños, 11, San Pedro de Atacama, 1994.). El pequeño estero de Río Frío, cuyas aguas son de especial buena calidad, suele congelarse durante la noche, puesto que allí se registran temperaturas particularmente bajas.
La cartografía anterior muestra la ubicación del Llullaillaco, hito en la frontera actual entre Argentina y Chile, y el portezuelo Sur, en uso desde tiempos preinklaicos, con toda seguridad.
Parafraseando a Lynch y Núñez (Nuevas Evidencias Inkas entre Kollahuasi y Río Frío (I y II Regiones de Chile), T. Lynch y L. Núñez, en Estudios Atacameños, 11, San Pedro de Atacama, 1994, página 158), y como se puede percibir en terreno, desde los bordes de su profunda quebrada se aprecia, hacia el nororiente, el volcán Llullaillaco, que adquiere, especialmente en los atardeceres, una imponente presencia en el paisaje.
Río Frío presenta, además otras singularidades. A diferencia de las anteriores aguadas por las que pasa el Camino del Inka, ésta no nace de la cordillera de los Andes, sino de la de Domeyko, ubicado al poniente. Río Frío no corre de este a oeste, como la mayoría de los cursos de agua de la cuenca, sino que describe una diagonal en sentido suroeste-noreste, en un trayecto encajonado que abarca unos 12 kilómetros de longitud, para luego sumergirse bajo la tierra. Este río parece correr en un sentido inverso al curso del sol, pero también en un sentido inverso a otras importantes entidades celestes a las que se hará referencia más adelante. Hacia el sur, por otra parte, Río Frío alimenta esporádicamente pequeñas quebradas de la gran meseta contigua de Vaquillas. (El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9, página 112.).
Inmediatamente después de Río Frío, el Camino del Inka continúa por una amplia meseta desde la cual puede divisarse, al fondo, la sierra de Vaquillas, perteneciente a la cordillera de Domeyko, que orientándose hacia el levante, está alcanzando la cadena de los Andes. La extensa planicie inclinada que se inicia en este segmento del Camino del Inka, denominada Llano Alto de Vaquillas, va ascendiendo hasta el portezuelo del mismo nombre. Se trata de un espacio o un escenario que ofrece una extraordinaria visibilidad en todas direcciones. El Llullaillaco al noreste, circundado por otras grandes montañas, la serranía de Vaquillas al sur y el portezuelo, al que se accede por una pendiente muy suave, que se aprecia como un amplio umbral señalado en sus extremos por pequeñas y arenosas colinas. A través de esta gran planicie, el Camino del Inka dibuja un recto trazado que alcanza su mayor altura en el portezuelo, ubicado a unos 4.100 metros de altitud sobre el nivel del mar, para volver a descender, luego de atravesar el abra, por la falda sudoccidental de Domeyko hacia la quebrada de Vaquillas, tributaria de ese cordón montañoso. Desde el abra o portezuelo de Vaquillas, la percepción visual es todavía más amplia.
“Desde él se ofrece una magnífica vista tanto hacia el sur como hacia el norte. Por el sur se divisa la silueta casi esfumada del cerro El Indio, cerca de El Salvador; al este el cono del cerro Azufre y por el norte, hasta las cumbres más altas de los volcanes de la Puna de Atacama. Por supuesto que el Llullaillaco domina (con sus 6.780 m) toda la cordillera andina.” (El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9, páginas 110, 111.).
Espléndida fotografía que muestra el observatorio astronómico del cerro Paranal, en el Desierto de Atacama, al sureste de la actual ciudad de Antofagasta. Al fondo, y a unos 190 kilómetros de distancia, aparece la cumbre nevada del cerro Llullaillaco.
El tramo ascendente que abarca esta amplia meseta entre Río Frío y el portezuelo de Vaquillas se extiende aproximadamente por unos 20 kilómetros, y es el que registra las alturas promedio más elevadas de la ruta desde Peine, como también las condiciones más duras para la travesía. Se trata de una superficie llana pero pedregosa, escindida por pequeños y poco profundas quebradas tributarias eventuales de Río Frío y que ofrecen recursos forrajeros a una apreciable cantidad de fauna silvestre. En general, la meseta supera los 4.000 metros de altura y está muy expuesta a los fuertes y fríos vientos que soplan durante el día, y a las gélidas temperaturas de la noche. No obstante, es uno de los tramos con mayor densidad de restos arqueológicos de todo el trayecto. En esta altiplanicie se encuentra una notable cantidad y variedad de pequeñas estructuras de distintos formatos, orígenes y funcionalidades, tales como refugios, paravientos u otros, asociados probablemente a actividades de caza, pastoreo y tráfico caravanero. (El Camino del Inca en el Despoblado de Atacama, Hans Niemeyer y M. Rivera, 1983, Boletín de Prehistoria de Chile, 9, páginas 111, 112.). Es aquí, y a escasos kilómetros del acceso al portezuelo de Vaquillas, donde la documentación colonial y el registro arqueológico señalan la presencia de cuatro pequeñas columnas o tupus dispuestos en forma perpendicular al camino inkaico, y que se describirán más adelante.
Una vez en el portezuelo, se inaugura hacia el sur un espacio y un paisaje notablemente diferente. La cordillera de Domeyko, a la que pertenece el portezuelo, continúa cerrándose hacia el levante hasta unirse, o más bien anteponerse en un sentido norte-sur a la cordillera de los Andes, iniciando un sistema de quebradas y hoyas hidrográficas que riegan con sus aguas intermitentes las faldas cordilleranas en un sentido este-oeste, llegando a favorecer incluso sectores del desierto central. (Desierto y Cordilleras de Atacama, F. San Román, Imprenta Nacional, Santiago, 1902.). Se inicia, entonces, un segundo gran tramo del camino inkaico, que abarca desde el portezuelo de Vaquillas hasta el valle de Copiapó, aproximadamente unos 275 kilómetros de longitud. Ahora, el Camino del Inka describe, en términos generales, una línea descendente que va orientándose hacia el poniente y que va deslindado, esta vez, el desierto de altura (precordillera y puna) del desierto propiamente tal (esto es, lo que más al sur se llama Depresión Intermedia), marcando un notable descenso en la cota promedio hasta alcanzar el amplio y refrescante valle de Copiapó. Por sus condiciones ecológicas, este segundo tramo ofrece una cantidad muy superior de alternativas de acceso a recursos hídricos y pastos. (Viaje al Desierto de Atacama Hecho de Orden del Gobierno de Chile en el Verano de 1853-54, Rodulfo Amando Philippi, Librería de Eduardo Anton, Halle en Sajonia, Alemania, 1860; Desierto y Cordilleras de Atacama, F. San Román, Imprenta Nacional, Santiago, 1902.).
Luego del portezuelo de Vaquillas, el camino continúa por el pie o falda occidental de la cordillera de Domeyko, dirigiéndose hacia el sur hasta la gran quebrada de El Chaco, la que atraviesa a una altura aproximada de 2.760 metros sobre el nivel del mar. Sigue posteriormente en descenso, uniendo las quebradas de Juncal, El Carrizo y Doña Inés, entre otras, a través de un trazado vial particularmente recto. Los siguientes hitos del Camino del Inka de este tramo corresponden principalmente al Río de la Sal y la Finca de Chañaral, desde donde se dirige hacia el gran valle de Copiapó. (El Camino del Inca en un Sector del Norte Chico, J. Iribarren y H. Bergholz, en Actas del VI Congreso de Arqueología Chilena. Hans Niemeyer, editor, Santiago, 1972, páginas 229-266.).
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