La Expansión Inkaica en el Valle de Aconcagua Según los Cronistas

Conquistado ya el Norte Chico hasta el valle de Kukimbu [Coquimbo (hacia 1460?)] por Topa Inka Yupanqui, los kichwas movilizaron mitimaes diaguitas, atacameños y aimaraes que avanzaron hacia el sur hasta el Valle de Chile o de Aconcagua, esto es, Quillota.

En el valle de Quillota fueron bien recibidos por los naturales, mientras éstos reunían las fuerzas necesarias para resistirles. Apenas lo consiguieron, los enfrentaron y expulsaron a los invasores.

Enterado el Inka de esta primera derrota ocurrida en Quillota, envió 100.000 guerreros dirigidos por un primo suyo a someter el Valle de Chile [esto es, de Quillota (Rosales I: 338)]. Este jefe militar fue Apokámak Inka, según Guamán Poma (:518) y Martín de Murúa (Libro 2º Cap. IV). Habría sido hijo de Pachakuti Inka Yupanki, y le habrían acompañado varios miembros del linaje imperial reinante: Winchachire Inka, Manko Inka, Topa Amaro e Inka Maytak.

Este ejército poderoso conquistó el valle e hizo un cruel castigo con el cacique principal, que era uno solamente y con muchos de sus vasallos (Rosales). Sin embargo, los nativos prosiguieron la rebelión aunque finalmente fueron aplastados (Rosales id.).

La conquista de Quillota (su extensión como la entendían los conquistadores hispanos, abarcaba desde la serranía que separa al valle de Aconcagua del valle de Ligua, con Llay Llay por el oriente y la serranía de la Dormida y Colliguay hasta el valle de Casablanca por el sur) aseguró al Tawantinsuyu la posesión del Norte Chico y del valle de Aconcagua, el último transversal, con acceso a ricos minerales de cobre y oro, además de abundante mano de obra indígena. El Inca Garcilaso de la Vega afirma que la expansión hasta Aconcagua fue un proceso largo lleno de sacrificios para los Incas, que duró 6 años. El Inca debió socorrer a los suyos con guerreros de refuerzo, bastimentos, armas, vestuario y todo lo necesario para sostener la campaña , llegando a tener en el Valle de Chile más de 50.000 guerreros, seguramente con sus familias (Garcilaso :447).

Oliva expresa que, para asegurar la conquista de Quillota y el Valle de Chile, Topa Inca Yupanqui debió preparar los caminos, hacer tambos, puentes, pozos, depósitos de alimentos, a fin de mantener un gran ejército en campaña. Habría preparado el traslado a Chile de un contingente inmenso de mitimaes, cercano al medio millón de personas, que poblarían el territorio, mientras la población nativa rebelde sería trasladada a otras regiones distantes del Imperio. Sin embargo, la muerte le impidió concluir tales proyectos de deportación en masa (¿Hacia 1493?).

El sucesor, Wayna Qápaq, continuó tales preparativos y se dirigió a Chile Central en persona con ese poderoso ejército, logrando el sometimiento definitivo de los valles desde Aconcagua hasta el Cachapoal (Oliva 1598).

Atribuibles a este monarca sería la serie de Pukará existentes en Aconcagua, Mapocho y Maipo; en especial Chena, Angostura y Merchacas. En cambio las construcciones de Catemu y Cerro Mauco, podrían pertenecer al último tramo del reinado de Topa Inga Yupanqui, cuando el río Aconcagua constituía la frontera austral del imperio.

La expansión hacia el sur fue continuada por Waina Kápak, que recorrió todo el territorio anexado, especialmente Quillota, Aconcagua y Mapocho. En el Valle de Chile invistió como Kuraka (su representante) a los jefes locales Michimalonko y Tanjalonko, dejando en un segundo plano al gobernador cuzqueño Kilikanta (Sarmiento: 124). Probablemente este Inka organizó definitivamente la extracción del tributo en oro de Marga-Marga, que debían enviar anualmente al Qosqo los kuraka de Aconcagua, y la división del señorío político del valle en dos mitades: valle superior e inferior, quedando este último —en la práctica— subordinado al primero.

Cieza de León (280), afirmaba que la visita de Waina Kápak a Chile duró un año, consolidando la autoridad imperial. Dejó mitimaes (colonos leales al Inca) bien instalados y trasladó mucha gente de Chile a otros territorios. Ordenó que en muchos lugares se difundieran relatos orales o "memorias", seguramente con ayuda del "khipu" (memorizador de cuerdas de lana), recordando sus conquistas. J.V. Murra (1975: 114) ha encontrado en documentos de 1567, testimonios de señores lupaka sobre el traslado de mitimaes de este grupo étnico del Kollasuyu (altiplano boliviano) hacia Chile.

El ya citado Oliva recuerda que durante la administración de Waina Kápak, "no estaba del todo conquistado en el Reino de Chile y así para sujetarle hizo numeroso ejército que entregó para este efecto a Anamanya orejón...", es decir del linaje del Inka.

Los objetivos de la expedición de Anamanya eran pacificar el territorio y deportar a los nativos, reemplazándolos con los mitimaes que traía su ejército. Pareciera que no encontró dificultades en pacificar lo que ya se había incorporado al Imperio y pudo incorporar nuevos territorios en el área de los Purumaukae —a los que se llama también, por deformación del original, promaucaces, promaucaes y promaucas, etc.—.

En estos últimos lugares los habitantes se sometieron a condición de no ser desterrados. Anamanya habría regresado a Qosqo a informar al Inka de esta nueva situación que difería de las órdenes que traía. Dejó de guarnición un numeroso contingente al mando de un jefe llamado Chaqu —Chaco—. Pero Wayna Kápak entretanto falleció en Kitu —Quito— (1527), mientras proyectaba un nuevo viaje a Chile, "que le quitaba el sueño pensar que no era tan obedecido en aquel reino como quería..." (Oliva: 58)

La formación de alianzas militares entre los valles chilenos, fue la estrategia nativa para detener y/o derrotar el avance incaico hacia el sur.

En la defensa de Quillota participaron habitantes de otros valles cercanos y lejanos, y según Rosales, la derrota de los guerreros de Quillota y sus aliados fue seguida por la rendición completa de los valles de Aconcagua y Mapocho (Rosales I: 238).

La fuerte resistencia indígena nativa obligó a los kichwas a establecer un sistema de relaciones especiales con los sometidos de Chile, que permitiera su integración al Imperio y a las tareas expansionistas trazadas por el Inca para más al sur, en territorio Promaucae y Mapuche.

Según el etnohistoriador Osvaldo Silva, esas relaciones políticas entre los naturales y los kichwas se expresaron en la forma de "intercambio recíproco de favores o servicios".

Como expresión eufemística de este sistema especial de dominación o protectorado, surgieron "alianzas" entre el Inka y los jefes locales. Principal favorecido con el sistema instaurado por Waina Kápak fue el jefe Michimalonko, llevado un tiempo cuando muy joven al Qosqo, tal vez como rehén al principio, y colocado luego como kuraka —gobernante— del valle de Aconcagua. La situación de privilegio alcanzada por aquel, debido a la riqueza aurífera que aportaba Marga Marga y Aconcagua, le permitiría ser invitado al Qosqo por el emperador y comer en su mesa, "cosa que con ningún otro había jamas hecho " ( Mariño de Lobera: 275).

Chillellox —Quillota— se había convertido hasta 1536 en el centro administrativo de la provincia incaica o "Huanami" comprendida entre los ríos Choapa y Maipo, incluido el valle del Mapocho (Zapater 1981:253). Lo que siguió después, es ya bastante conocido. El estallido de la guerra civil entre Wáskar y Atawalpa hacia 1527 obligó el retiro de la principal fuerza militar incaica hacia el Qosqo, permitiendo la sublevación general entre Aconcagua y Maule. Una expedición punitiva dirigida por el primo de Wáskar es enviada, pero la frontera imperial retrocede definitivamente hacia el río Maipo (Angostura).

En Aconcagua y Mapocho se mantienen Kilikanta y Vitakura como gobernadores inkásicos respaldados por mitimaes y jefes locales.

Tras la muerte de Atawalpa y Wáskar, llega el español Calvo de Barrientos que es bien acogido por Michimalonko, un hombre empecinado en expulsar a los kichwas del territorio, y quien lo convierte en su jefe militar contra los kichwas.

Cuando llega Almagro y su hueste, Kilikanta lo recibe en Aconcagua, pero apenas el hispano se retira al Perú, Michimalonko y Tanjalonko se sublevan contra Kilikanta, que debe huir a Kolina y Mapocho. Quilicanta establece entonces una alianza con el kuraka del valle de La Ligua para mantener la guerra contra Michimalonko en Aconcagua.

Cuando irrumpe la expedición de Valdivia en 1541, Quilicanta y sus seguidores lo reciben como amigos y aliados en el valle del Mapocho, esperando que su presencia les ayude a derrotar definitivamente a Michimalonko, quien a la fecha se ha erigido en el liberador de los pikunches de los valles de Aconcagua y Mapocho.

La historia diría otra cosa.

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