Apuntes Históricos para una Historia de Quilpué
Nada más lejano de la realidad. Agradecidos, como debemos estarlo, por el gran aporte de grandes estudiosos de las antigüedades locales y de las obras que han salido de las plumas de virtuosos historiógrafos, tanto quilpueínos como foráneos, es necesario que se vayan dando nuevos estudios, nuevas investigaciones, que nuevas obras vayan saliendo a la luz.
Porque la historia de Quilpué, como la de otras comunas de Chile, es una historia que no está lo suficientemente estudiada, investigada y probada. La mayor parte de los estudios e investigaciones realizados sobre la historia se refieren a lo nacional, donde la preeminencia la tienen la Región Metropolitana, y en particular la ciudad de Santiago y sus alrededores, y las grandes culturas prehispanas del Norte, en especial el área likan-antai en torno a San Pedro de Atacama y el valle del río Loa, así como la zona de Arica y algunos puntos del área de difusión de los diaguitas. En menor grado, pero mayormente debido a su vigencia actual, se ha estudiado el área de difusión de los mapuches.
En tanto, las áreas de población pikunche, por ejemplo, donde se efectuó una enorme transculturación, donde día a día la población local luchó por mantener su identidad propia frente a invasores como los kechuas o los españoles, es relegada a un tercer plano, muy discretamente, salvo alguna esporádica y a veces hasta exabruptiva y disruptiva información sobre algún descubrimiento arqueológico efectuado.
Y dentro de esta realidad regional, el valle donde se asientan actualmente las ciudades de Quilpué y Villa Alemana, ha sido poco estudiado. Han sido pocas las investigaciones realizadas. Son muy pocos los vestigios que permanecen, por otra parte, de lo que se descubrió allá por finales del siglo XIX: la ignorancia —mal disfrazada a veces de santa inocencia— de algunas personas llevó a que los únicos restos líticos existentes en la zona, algunos a escasa distancia de la vía férrea, fueran simplemente volados a tiros de dinamita, para recuperar el supuesto oro que decían había en el interior de las piedras tacitas, características de esta zona.
Se desconocen lugares de enterramiento de las poblaciones prehispanas, salvo uno que otro ejemplo, seguramente proveniente de un período tardío o inmediatamente vecino a la invasión española.
Tampoco se pueden señalar a ciencia cierta lugares poblados, como aldeas o caseríos, de esas poblaciones prehispanas, salvo en el caso específico de la desaparecida localidad de San José de Marga-Marga, según parece por lo que se sabe, el asiento original de alguna clase de caserío pikunche, o al menos el sitio de alguna instalación kechua relacionada con las faenas de extracción de oro del estero Marga-Marga. Es imposible precisar de alguna manera o siquiera especular, que la ciudad de Quilpué se haya formado a partir de algún caserío aborigen. Es más verosímil suponer que en el área donde surgió el antiguo pueblo de Paso Hondo haya sido asiento de alguna clase de aldea pikunche. También se podría afirmar algo así, no sin las precauciones correspondientes, que haya habido alguna clase de caserío o rancherío donde existió el también antiguo caserío de Chircana, en El Belloto, y seguramente que sí lo hubo en el área de Peñablanca, donde el Camino del Inka bajaba desde el portezuelo hacia el valle, por la parte superior del estero de Quilpué.
Y es que, en general, tiene que aceptarse que el valle de Quilpué, antiguamente, no era muy apropiado para el asentamiento humano. Aparentemente solo unos cuantos miserables rancheríos servían de habitación a unas cuantas pobres familias pikunches que hallaban el sustento más en la recolección que en la agricultura y la ganadería.
Paisaje de colinas y quebradas hacia el estero Marga-Marga. El verdor de los campos se sostiene solamente hasta principios de la primavera, cuando los calores secan los pastos y una sinfonía de colores ocres y cafés se adueña del paisaje.
El testimonio de algunos longos pikunches de la zona testimonia a principios de la Colonia, que los campos de Quilpué eran usados principalmente en primavera, como coto de caza, cuando el pasto estaba largo, todavía verde, y se podían hallar manadas de guanacos que descendían de las serranías circundantes, para alimentarse. Aparte de eso, la dominación kechua introdujo en el área la explotación de oro en lavaderos que fueron dispuestos en lugares específicos y apropiados para obtener un buen rendimiento.
La administración kechua del territorio puso al entero valle bajo la jurisdicción de un funcionario inkaico residente en Chillellox, en el área de la actual ciudad de Quillota, desde cuyas instalaciones se mantenía una férrea dominación sobre un amplio territorio que se extendía desde el río Choapa hasta la Cuesta de Ibacache, englobando los valles de Choapa, Petorca, La Ligua, Aconcagua, Limache, Quilpué y Acuyo (Casablanca). Pero en una instancia de gobierno local, el valle de Quilpué formaba una unidad administrativa, como una subprovincia, gobernada por un kuraka cuya autoridad se extendía por la mitad inferior del valle de Aconcagua (desde la Puntilla de La Calavera y la del Romeral hacia abajo), abarcando el valle de Limache, el valle de Quilpué y el valle de Acuyo o Casablanca.
Terminada violentamente la administración kechuásica en Chile, luego de la muerte del inka Túpac Amaru y la expedición de Almagro a Chile, en 1536, los hermanos Lonko asumieron el gobierno del entero valle de Aconcagua y de las áreas aledañas, no sin una cruenta guerra en que debieron vencer y expulsar del valle al gobernador inkaico, el que, aliado con el Lonko del valle de La Ligua y otros principales, continuó en guerra con los Lonko, aunque tuvo que retirarse a las instalaciones inkaicas existentes en esos entonces en Colina.
Michimalonko asumió el poder militar supremo cuando se produjo la rebelión de los Lonko contra la administración inkaica. Él fue el Lonko del valle superior de Aconcagua. Pero su poder y astucia y dones y dotes de militar y estadista, aprendidas seguramente de los inkas, y que pudo haber estudiado durante su estadía en Kosko, la capital del Tawantinsuyu, lo llevaron a detentar el máximo poder no solo en su área, sino en todo el valle, y hasta en el valle del Mapocho.
Michimalonko fue capaz de levantar una formidable fuerza militar. Pero carente ya de Barrientos, el español que los había adiestrado antes de la llegada de Almagro, y que se había hecho a la usanza de los naturales de la tierra, depositando su armadura y sus armas en el Templo del Sol de Chillellox (Quillota), Michimnalonko tuvo que apelar a todo lo que había aprendido del español para enfrentar con algún éxito a la maquinaria guerrera española dirigida por Pedro de Valdivia desde 1540 en adelante.
Vencido el toki Michimalonko, salvó su vida a duras penas, y ofreció a Valdivia, por su libertad, los lavaderos de oro de Marga-Marga, y los brazos necesarios para su explotación.
Valdivia aceptó el regalo y se envió a inspeccionar las minas de oro de Marga-Marga. En la generalidad de la documentación, se suele hablar de las minas de Quillota, debido a que estaban dentro de la jurisdicción general de Quillota, según lo entendían, aceptaban y seguían usando los españoles.
En el valle del estero Marga-Marga, en su curso superior sobre todo, se establecieron los españoles que iban a dirigir la explotación de los lavaderos, seguramente al amparo de alguna clase de construcción modesta que databa de los tiempos de la dominación kechua, y que estaría arruinada a algún grado, luego de la guerra que estalló entre las fuerzas inkaicas y las de los hermanos Lonko. De todas maneras, debido a que la edificación se hallaba en un área de contacto, es posible que haya sido reedificada a manera de pukará, para defender el valle en caso de alguna invasión desde el sur, desde Acuyo, desde donde podrían provenir fuerzas inkaicas que defendieran la causa del derrotado Kilakanta.
Cuando los aborígenes se cansaron del mal trato impuesto por los españoles, quienes sedientos de riqueza los hacían trabajar como esclavos y sin descanso, haciendo caso omiso de las enfermedades y de la muerte que se empezaron a presentar en los lavaderos de oro entre los indios que habían sido destinados al laboreo, y aconsejados entre sí los principales lonkos y jefes pikunches, se decidió la rebelión, la que estalló, como pocas cosas en la historia de Chile, en los lavaderos de oro de Marga-Marga, las minas de Quillota.
Engañaron a un español, al que condujeron lejos de los demás bajo el engaño de mostrarle unos lavaderos mejores… Apenas seguros de que nadie más escucharía, un certero golpe de maza en la cabeza del español le causó la muerte inmediata. La sangre brotó. Y con ella la noticia se expandió y extendió a través de todos los valles: los españoles eran mortales, también podían morir.
Casi de inmediato, los españoles que trabajaban en las faenas fueron atacados y muertos en el mismo lugar donde los encontraron. Solamente —desgracia del destino— Gonzalo de los Ríos (quien sería abuelo de la tristemente famosa Quintrala), ayudado por un negro, pudo escapar. Y solamente las herraduras del aguerrido caballo lograron sacarlo a salvo de la muerte a manos de los pikunches envalentonados con el triunfo sobre los desprevenidos españoles que no podían tomar precauciones cuando les hablaban de oro.
Los pikunches, bajo la dirigencia del toki Michimalonko, atacaron enseguida a los españoles que trabajaban en la costa cercana, en la desembocadura del Marga-Marga (no en Concón como alguien creyó, sin prueba alguna), construyendo una embarcación para navegar hasta el Perú: quemaron el astillero y mataron hasta a los yanaconas de servicio, y según cuentan unos cronistas empachados de santurronería, echaron a hervir a los negros…
Y, por supuesto, el 11 de septiembre de 1541, por primera vez, Santiago de la Nueva Extremadura, un pobre ranchería, más pobre que los rancheríos de los indios vecinos, fue atacado, de madrugada, e incendiado.
Solamente a fuerza de porfía los cristianos pudieron sobrevivir, comiendo sabandijas, absteniéndose de oír misa, andando en andrajos como los naturales de la tierra, y deseando ser socorridos.
Los socorros llegaron, cientos de pikunches pagaron con su vida su audacia. Se les fueron quitando sistemáticamente sus tierras, y fueron reemplazados, con el tiempo, por ganado, mejor riqueza para el español. Las mujeres pikunches parieron los bastardos y los hijos legítimos de los hidalgos caballeros de Castilla, en tanto que los hombres pikunches fueron sometidos a la esclavitud más ominosa hasta que, finalmente, a fuerza de porfiar en vano, desaparecieron de la faz de la tierra, y fueron absorbidos, finalmente, por la mezcla resultante del español pobre y venido a menos que vivía en los suburbios o en los campos con algunos elementos mestizos de español e india. El mestizaje mismo se diluyó mucho, finalmente, en una pesada y gruesa capa de sangre española que no provenía de ninguna alcurnia, sino de muy baja cama. Ni que hablar de los elementos mulatos: los pocos que hubieron desaparecieron bien pronto entre las mezcolanzas que se iban produciendo entre mestizos degradados de indio y español y los elementos peninsulares del bajo pueblo.
Rodrigo de Araya, en tanto, el héroe fundador de Quilpué, parece que nunca puso un pie en la zona como dueño de nada. Es cierto que se pueden señalar documentos. Innegable. Pero parece que la realidad fue otra. En su testamento jamás menciona tierras en Quilpué. No existe ningún documento que diga que alguna vez vendió tierras en Quilpué. Ningún documento conocido se refiere a tierras pertenecientes a Rodrigo de Araya en Quilpué que se hayan traspasado, enajenado, heredado, puesto a censo, etc., etc., etc.
Pero sí se sabe por documentos y por hechos positivos de propiedad, que Pedro de Valdivia se adjudicó las tierras de Acuyo (valle de Casablanca hasta la Cuesta de Ibacache), y de Quillota, las que iban desde la Cuesta de El Melón hasta el mismísimo Puerto de Valparaíso.
Y después de Valdivia, el clérigo González de Marmolejo es quien se hace con la propiedad de la extensa estancia de Quillota, la que cambia por las tierras de Andalién, donde hay más oro que en Marga-Marga.
Luego se asiste a varios litigios, división de la propiedad, reconcentración de la propiedad, actos de diversas clases, y hasta órdenes perentorias de las autoridades santiaguinas, como, por ejemplo, el establecimiento de un Alcalde de Minas con jurisdicción y asiento en Marga-Marga, seguramente en el lugar mismo donde existió antaño San José de Marga-Marga, y donde existiría antes alguna clase de construcción inkaica, pukará o algo similar. Y reglamentos tales como la prohibición de trabajar en domingo, o de aceptar que un indio adscrito al trabajo de las minas pague con oro…
Todo lo anteriormente expuesto no tiene otra finalidad que tratar de delinear algunas directrices o líneas de acción sobre las cuales se pudiera eventualmente dirigir una investigación seria y profunda, absolutamente divorciada de los mitos, pero pendiente de asistir a los hechos, de aceptarlos y de determinar su realidad y su importancia e influencia en el devenir de la historia local.
Es cierto que suele entenderse que la historia local no es determinante, y que no influye en los eventos locales, lo que, obviamente, no es cierto. La historia como tal, está conformada por una serie de elementos que sí tienen influencia, y muy poderosa en los eventos posteriores, y que en ciertos casos determinan muy fuertemente las direcciones que se adoptan y la marcha de los sucesos.
La historia local es sumamente interesante y plantea, por otra parte, muchos y grandes desafíos, ya que se debe revisar muchísimos volúmenes de documentos que datan desde los inicios de la Conquista y de la Colonia. Es cierto que la mayor parte de la documentación está disponible para el investigador en el Archivo Nacional, pero eso también quiere decir muchas horas de esfuerzo leyendo y releyendo documentos escritos en letra muchas veces ininteligible, otras veces en documentos bastante estropeados por el uso y el tiempo transcurrido. Son muchas las dificultades que tienen que zanjarse al momento de decidir iniciar una investigación documental.
Sobre todo es difícil cuando se trata de la cartografía. Existen documentos cartográficos del período, pero se hallará que la mayoría de las veces son imágenes ideales o idealizadas de lo que la realidad dice que es otra cosa. Y, por otra parte, la imperfección del levantamiento de los planos y mapas también contribuye a las dificultades en este campo al momento de querer determinar sobre el terreno, por ejemplo, la extensión de la merced de tierras que se otorgó a tal o cual español. Lo mismo cabe decir de las demarcaciones de las haciendas o estancias que se constituyeron. A veces algunos autores entienden que los documentos apoyan, por ejemplo, dejar las cabeceras del estero de Puangue dentro de la jurisdicción de la estancia de Quillota de Pedro de Valdivia. Pero de la misma manera, y con los mismos documentos, otros han determinado que nunca formó parte de aquélla. Y, en la práctica, uno sabe que las delimitaciones territoriales usadas en la Conquista y en la Colonia usaban como hitos los cursos de los ríos o cursos de aguas más importantes. Así, por ejemplo, el estero de Viña del Mar actual sería de límite a las haciendas de Las Siete Hermanas (al sur del estero) y de la Viña de la Mar (al norte del estero). Esta última hacienda se extendía por el norte hasta el estero de Reñaca. En tanto, Las Sietes Hermanas se extendía hasta el estero de las Delicias o del Almendral (actualmente abovedado y que corre bajo la Avenida Argentina, para desembocar en El Barón), donde hacía límite con El Almendral y el Puerto.
La cuenca del Marga-Marga, sobre un mapa de principios del siglo XIX de la Oficina de Mensura de Tierras. A principios del siglo XIX, administrativamente, el entero valle estaba dividido entre los Departamentos de Valparaíso (poniente), Limache (norte) y Casablanca (sur). Y si bien al principio la importancia gravitante estaba centrada en el valle de Marga-Marga, con el establecimiento del ferrocarril el centro de gravedad se trasladó a la oscura aldea de Quilpué, estratégicamente situada en el valle, y donde convergió toda la actividad económica del valle.
El curso medio del estero de Quilpué (llamado a veces estero de Paso Hondo), hacía límite entre la hacienda de la Viña de la Mar (al oeste) y Quilpué (al oriente del curso del mismo).
Entonces, debe entenderse que la empresa de estudiar e investigar la historia de Quilpué, tanto como comuna como ciudad, no es nada fácil. Algunas de las dificultades con que tropezará el investigador exhaustivo será el de ubicar con exactitud el sitio que debió tener San José de Marga-Marga. Es cierto que no han pasado muchos decenios desde que todavía existía, pero se trata de un pueblo diseminado a lo largo de un camino y que ha soportado no solamente el paso del tiempo, sino el trabajo del hombre, porque donde estuvo antaño luego se sucedieron los potreros, en los que el arado roturó y dio vuelta la tierra infinidad de veces. El surco abierto condujo agua. La siembra fue cosechada. El terreno volvió a ser removido. Se volvió a arar muchas veces. Los cultivos cambiaron. También el camino original. Y, en medio de eso, hay que buscar los documentos del período en que existió la Municipalidad de Marga-Marga, tuvo autoridades propias, se expidieron decretos alcaldicios, hubo actas de sesiones de la corporación, hubo actos propios de un gobierno municipal que se realizaron y que pueden y deben ser sacados de donde están guardados, en el Archivo de la Municipalidad de Quilpué, para que sean estudiados y dados a conocer.
Espinos y piedras, propios de un paisaje semi estepario, que es el que predomina en el valle de Quilpué, escasamente regado por las lluvias estacionales y que en nada se beneficiaba de las escasas y pobres corrientes de agua existentes dentro del valle.
Lo mismo cabe señalar con respecto a Colliguay, distrito rural que ha tenido una interesante historia desde los mismos comienzos de la Conquista y que durante la Colonia y los albores de la Independencia nacional desempeñó un no menos interesante papel en el devenir de los sucesos. No debe olvidarse que fue en este verdadero nido de águilas que se refugiaron los últimos restos de los ejércitos realistas que huyeron derrotados del campo de batalla de Maipú. Y desde estas inexpugnables sierras desarrollaron durante algún tiempo una verdadera guerra de guerrilas, lanzando ataques sorpresivos y violentos sobre los desprevenidos valles circundantes de Casablanca, Marga-Marga, Lliu-Lliu, por ejemplo. Después fueron batidos, huyeron más al norte y los últimos realistas fueron liquidados en Catapilco. Pero quedaron las leyendas y los mitos de verdaderas fortunas enterradas en la huida…
Y enseguida están las sagas que tienen que ver con los Valencia, los Araya y los Covarrubias. Interesantes y sabrosas anécdotas e historietas se cuentan acerca de estas familias y de miembros individuales de las mismas.
Pero, ¿quién sabe a ciencia cierta la procedencia de doña Mercedes Canelo, por ejemplo, la ya histórica adalid de las bizcochueleras de Quilpué, que llevó a influir en sus compañeras la fabricación de un gran arco de bizcochuelo para celebrar el paso del Presidente Pérez, en su viaje triunfal de Santiago a Valparaíso, en que inauguró el ferrocarril que comunicaba ambos puntos del país? ¿Dónde, en qué punto exacto, se construyó el arco? Y, ¿cuál fue el destino de tamaña construcción de bizcochuelo?
Asimismo, hay una serie de cosas menos prosaicas y más importantes que pueden ocupar la atención del historiógrafo y del estudioso de las antigüedades quilpueínas, como, por ejemplo, ¿desde cuándo puede datarse la existencia de la aldea de Quilpué? ¿Dónde, exactamente, estuvo el rancherío de Chircana? O bien, ¿cuál es el origen del pueblo de Paso Hondo? Y, ¿cómo se formó la aldea de Peñablanca? ¿Cuál es el origen y cuál fue el destino del antiguo pukará inkaico de Marga-Marga?
Estos informes párrafos que he plasmado aquí, son una antesala que quiere provocar a que se efectúen investigaciones y estudios serios y exhaustivos, y que se abandonen el mito, o al menos que se relegue al sitial que le corresponde dentro de las expresiones culturales y folclóricas locales.
En tanto, persisten estas ideas y estas frases como un desafío que es de esperarse prontamente puedan empezar a tener eco.
Brus Leguás Contreras
Septiembre de 2005
Comentarios
EN PELIGRO DE DESAPARECER EL HERMOSO PAISAJE DEL SECTOR NORTE DE LA COMUNA
LOS PLANES REGULADORES (COMUNAL E INTERCOMUNAL), PRETENDEN QUE GRAN PARTE DE
ESA ZONA SEA DECLARADA ZONA HABITACIONAL, PERMITIENDO EL CORTE DE ÁRBOLES
NATIVOS, INTERVINIENDO QUEBRADAS Y ELIMINANDO EL HABITAT DE ESPECIES
NATIVAS.
EN ESTA ZONA ESTÁN LOS HUMEDALES DEL FUNDO SAN JORGE, LAS QUEBRADAS DE
RETIRO, EL FUNDO EL CARMEN, EL ZOOLOGICO, EL CERRO LA CRUZ Y TODO EL PAISAJE
QUE HA ACOMPAÑADO A GENERACIONES DE QUILPUEINOS.
CONVOCAMOS A MANIFESTAR NUESTRO COMPROMISO POR
DEFENDER EL DERECHO A VIVIR EN UN AMBIENTE LIBRE DE CONTAMINACIÓN, POR LA
DEFENSA Y PROTECCIÓN DE NUESTRA RESERVAS DE OXIGENO, POR EL CUIDADO DE LA
BIODIVERSIDAD, A DEFENDER EL PATRIMONIO NATURAL Y PAISAJÍSTICO DE LA COMUNA
DE ESTE ECOCIDIO.
JÓVENES, HOMBRES Y MUJERES, NIÑOS Y NIÑAS, REUNÁMONOS EL SÁBADO 6 DE OCTUBRE
– DESDE LAS 16 HORAS, EN UNA JORNADA DE MOVILIZACIÓN Y MANIFESTACIÓN
CIUDADANA.
16.00 HRS.
PLAZA VIEJA – LLEVAR LIENZOS Y PANCARTAS ALUSIVAS
16.30 HRS.
INICIO MARCHA POR LA CALLES CÉNTRICAS DE QUILPUÉ.
17.30 HRS.
LLEGADA A LA PLAZA MUNICIPAL.
17.30 HRS.
ACTIVIDADES RECREATIVAS PARA NIÑOS Y JÓVENES.
18.30 HRS.
ACTO CENTRAL ARTÍSTICO CULTURAL.
El PUEBLO DE QUILPUÉ DEFIENDE SU PATRIMONIO NATURAL, CULTURAL Y
PAISAJÍSTICO
La redacción es impecable, la disfruté mucho.
Gustavo Escalante
due to this good piece of writing.
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Ahora sobre el arco de bizcochuelos, yo creo que se demoraron más en hacerlo que en comerlo.